Abstract
El fracaso de los programas de educación en línea no es logístico, ni político, ni económico: es cultural, enraizado en nuestras perspectivas y prejuicios sobre cómo ocurre el aprendizaje y cómo funciona Internet (estas cosas se ven con demasiada frecuencia en oposición). Para aprender a cambiar drásticamente, una trayectoria sugerida pero no realizada por los MOOC, la enseñanza debe cambiar drásticamente. Y para que eso suceda, debemos concebir la actividad docente, como una ocupación y una preocupación, de formas completamente nuevas e inesperadas. Debemos desbancarnos, ponernos nerviosos.