Resumen
Siguiendo los pasos de la postmodernidad, las prácticas evaluadoras han ido ganando terreno sostenidamente, hasta al punto de acabar invadiendo todas las esferas de nuestra vida cotidiana. Evaluamos, y nos evalúan, casi en todas partes y casi por cualquier cosa, y eso siempre tiene sus consecuencias, sobre todo si alguien se obstina en querer evaluar lo que no se puede evaluar. Sin embargo, si nos fijamos en la definición más habitual del verbo evaluar, es decir “emitir un juicio sobre el valor de X”, donde X puede ser una cosa o una persona, nos damos cuenta enseguida dentro de qué paradigma debemos pensar y aplicar la evaluación: el paradigma de la ética.