Resumen
Un pedido tan gentil como inexplicable me ha hecho regresar sobre un tema que, hace ya algunos años,
creí haber abandonado para siempre: el tema, elemental y complejo al mismo tiempo, de la enseñanza de filosofía. Está por demás decir que mi primera reacción fue la de negarme a tan inesperada invitación, y estaba seguro de que para hacerlo me sobraban motivos —verdaderos motivos—, no pretextos. No obstante, algo que todavía no alcanzó a comprender me movió a rehusar la propuesta.