Resumen
Este artículo encara una vieja paradoja de la educación moral: la aparente imposibilidad lógica entre elegir la transmisión de valores consensuados, e impulsar el ejercicio autónomo de la razón. La autora se sitúa en una postura que entiende al aprendizaje humano como el resultado de la interacción entre procesos individuales de desarrollo y adquisiciones de conocimiento; asume al conocimiento como una categoría sujeta a criterios de verdad, y a éstos como precedidos de acuerdos valorativos